No recuerdo que estaba haciendo, cuando me enteré de la muerte de uno de los más grandes terroristas del mundo: Osama Bin Laden. La fecha tampoco la tengo clara y en este momento me parece un asunto baladí identificar si fue un domingo de la semana pasada o de hace quince días. De todos modos, la noticia retumbó en mi cabeza, cómo una de esas historias díficiles de creer y no fue precisamente porque él fuera inmortal, ni porque dudara de las capacidades los gobiernos y cuerpos militares para perpetrar un hecho de tal magnitud. Sino por la simple circunstancia de qué se puede hacer con un ser humano que hace tanto daño. Es decir, era claro que él ya estaba con un pie al otro lado por todos los actos de terrorismo cometidos. Sean o no en nombre del islamismo, aquí y en cualquier parte del planeta murieron personas por su mano. Algunas más inocentes que otras; algunas con razón o no; algunas fueron asesinadas porque estuvieron en el momento y lugar equivocado. Como fuere, se dice que Bin Laden fue responsable de una ola de violencia lamentable. Porque cuando alguien muere, no se trata únicamente del que dejó de respirar sino de quienes quedan vivos.
Efectivamente, la vida de quienes fueron o tuvieron algún tipo de vínculo con las víctimas que dejó a su paso por el planeta Bin Laden, cambió. Sabemos que la muerte es lo único que tenemos asegurado, una vez nacemos. Pero nunca terminamos por acostumbrarnos a esa idea. Así, lejos de sentir lástima por el asesinato de Bin Laden, me preocupa cómo los actos de barbarie se justifican y celebran en nombre de una falsa justicia.
No necesito que las cosas ocurran en mi pellejo para imaginar cuanto dolor puede ocasionar la muerte de un ser querido y sobre todo, en las condiciones que planeó tal terrorista, para muestra sobran los botones en la reciente historia contemporánea de Estados Unidos y Europa. Lo cierto, es que ni la sangre derramada por inocentes o culpables, justifica la burla en lo que se ha convertido el asesinato de Osama Bin Laden. Y no lo digo precisamente por la falta de respuestas a los interrogantes que se han generado en torno de tal hecho y que la misma Casa Blanca no ha sabido cómo manejar. Sino por la falta de humanidad de todos frente a la noticia: los medios y Barak Obama.
Que no quede duda, los familiares de las víctimas del 11-09 habrán sentido un fresquito con la muerte del terrorista, pero no es para celebraciones multitudinarias, como las difundidas por varios medios.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Una bienvenida feliz!!!
Como no siempre nos recibe la vida, las circunstancias o la gente como nos gustaría, aqui por lo menos usted, mi querido lector desparchado o interesado en mis escritos tendrá una bienvenida feliz. Es así y no de otra forma porque usted me visita, saber que alguien me lee es algo que me emociona. Por eso, sólo espero que si algo de lo que que aquí publique le parece o no, me lo cuente para ver que hacemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario